viernes, 23 de marzo de 2012

Cada vez más solos... por elección

Los hogares unipersonales crecen en España un 17% desde el inicio de la crisis
La mayoría están ocupados por pensionistas
Los sociólogos relacionan el fenómeno con el progreso económico
Internet y las redes sociales favorecen que vivir solo no equivalga a estar solo

¿No es bueno que el hombre esté solo? ¿Más vale solo que mal acompañado? Aunque el Génesis y el refranero popular no se pongan de acuerdo, lo cierto es que de 50 años a esta parte cada vez son más los hogares ocupados por una sola persona. Una tendencia que no ha podido frenar ni la crisis económica.

Se trata de un fenómeno global que los expertos relacionan con el progreso de los países. Esto es, a mayor nivel de desarrollo, mayor número de viviendas unipersonales. El sociólogo de la Universidad de Nueva York Eric Klinenberg acaba de publicar 'Going Solo: The Extraordinary Rise and Surprising Appeal of Living Alone' (algo así como "el extraordinario auge y sorprendente atractivo de vivir solo"). En él, destaca cómo, por primera vez en la Historia de la Humanidad, "un número importante de personas se asienta en solitario".

Según Klinenberg, en países como Alemania, Francia, Reino Unido o Japón, en torno al 40% de las viviendas están ocupadas por una sola persona, cifra que se eleva hasta el 50% en ciudades como París, y al60% en Estocolmo.

En Estados Unidos las cifras no alcanzan las del viejo continente, si bien en ciudades como Atlanta, Denver, Seattle, San Francisco o Mineápolis, el 40% de las casas sólo tienen un inquilino. Y como prueba de la relación entre este incremento y el desarrollo económico, pone ejemplos como los de China, la India o Brasil, donde los hogares unipersonales crecen casi a la par que sus economías.

También en España

España no queda ajena a esta tendencia. En las últimas décadas, el incremento de los hogares unipersonales no ha cesado. Según cifras de la EPA (Encuesta de Población Activa), en diciembre de 2011, 3,4 millones de personas vivían solas en nuestro país. En su mayoría, población no activa (especialmente jubilada): hasta 1,89 millones.

Llama la atención que, desde el inicio de la crisis, el número de estos hogares no sólo no ha disminuido, sino que se ha incrementado, hasta el punto de que, según recoge la EPA, el número de hogares cuyo único inquilino pertenece al grupo de población activa ha crecido en 300.000, es decir, un 27%, hasta los 1,51 millones.

Este crecimiento es mucho mayor que el del total de viviendas. Si entre 2005 y 2007 éstas crecieron a un ritmo del 8%, desde el inicio de la recesión a la actualidad ha bajado la cadencia hasta el 6,5%, lo que se relaciona con el fin del 'boom' inmobiliario.

Sin embargo, en ese mismo espacio de tiempo, los hogares unipersonales han aumentado un 17,7%, hasta representar el 20% del total. El único aspecto en el que podría intuirse la crisis es en el número de viviendas cuyo único inquilino está parado: de 76.000 antes del inicio de la crisis, a 281.000 en diciembre de 2011, un 266% más.











A qué se debe este cambio

Son varios los factores que favorecen esta tendencia. En primer lugar, elincremento de la esperanza de vida. La población anciana cada vez es mayor, y si la salud y la pensión lo permiten, son muchos los que optan por vivir solos antes que con sus hijos o en una residencia. Para Klinenberg esa independencia es una "conquista social" respecto a las generaciones previas. Sin embargo, advierte también del riesgo que conlleva: el aislamiento y la muerte en soledad.

"Los 'singles' por voluntad propia son una avanzadilla del nuevo formato de relaciones en el futuro venidero"

Las mujeres también tienen mucho que ver en este fenómeno. Su incorporación al mercado laboral ha favorecido su emancipación: ya no necesitan tener a un hombre al lado para subsistir, y si las cosas no van bien, divorciarse ya no es la opción impensable de hace años.

Klinenberg destaca además el papel de jóvenes o profesionales que no quieren compartir piso o comprometerse, que optan por retrasar la maternidad, y cuya solvencia económica les permite vivir solos. En Estados Unidos, cinco millones de personas entre los 18 y los 34 años no conviven más que consigo mismos.

Además, después de las parejas sin hijos, el tipo de vivienda más común en EEUU es aquélla en la que reside una sola persona: unos 30 millones, según datos publicados por 'The New York Times'. De ellos, 15 millones corresponden al grupo entre 34 y 65 años, en general viudos y divorciados. "Actualmente oscilamos entre diferentes 'arreglos'", explica Klinenberg. "Vivimos solos, convivimos, volvemos a vivir solos otra vez..."

Y luego está la revolución en las comunicaciones. Klinenberg insiste en que "vivir solo no es estar solo", y menos en la época de Internet y las redes sociales, que permiten mantener contacto permanente con otros. Ello, sumado a que vivir solo ya no estigmatiza, si no más bien al contrario, ha contribuido a que en el centro de las grandes ciudades cada vez sean más los 'singles', mientras que las familias se desplazan hacia el extrarradio.

Solos, del estigma al privilegio

Para Klinenberg, los 'solos' ejercen el papel de "dinamizador social". Revitalizan las ciudades y animan los espacios públicos. Tienden más que la gente que vive en pareja a salir a tomar algo, al gimnasio, a tomar clases de arte o de baile, a asistir a conciertos o al teatro, a asumir tareas de voluntariado...

"Para algunos profesionales", explica, "vivir solo es un signo de éxito y distinción, de libertad y de anonimato en la gran ciudad. Para personas recientemente divorciadas, es una manera de recuperar el control sobre su vida y tal vez de sentirse menos solo. Un mal matrimonio te puede hacer sentir más solo que vivir solo", argumenta Klinenberg.

"Los 'solos' ejercen el papel de dinamizador social del centro de las ciudades"

"Vivir solo se relaciona con valores de la modernidad: la libertad, el control personal y la realización. Y en contra de lo que podría pensarse, fomenta la vida social. Paradójicamente, nuestra especie, siempre definida en función de su sociabilidad, se ha podido embarcar en la aventura de vivir solo gracias a que las sociedades se han convertido en interdependientes. Por ejemplo, los nuevos sistemas de comunicación nos permiten vivir solos pero estar en contacto con mucha gente cuando y cómo queramos", continúa el sociólogo.

Aunque algo exagerados, los grupos de amigos retratados en series como'Sexo en Nueva York' o en la saga literaria 'Bridget Jones' son cada vez más habituales. Círculos compuestos por personas que tienen intereses en común, amistades muchas veces surgidas en entornos laborales en los que las jornadas son eternas.

Al mercado no le pasa inadvertido, como prueba la proliferación de lospaquetes de comida individuales, las agencias de viajes y actividades para 'singles' o los muebles de Ikea ideales para casas en las que, por mucho que uno se empeñe en lo contrario, sólo puede vivir una persona.

¿Y la crisis?

En una época en la que la falta de empleo y las apreturas económicas obligan a muchas personas a regresar o permanecer en el hogar paterno, a compartir piso, y en la que los divorcios y separaciones se posponen precisamente por el coste que supone mantener dos casas... ¿Cómo se explica tal tendencia?

Foto: Gtres

Klinenberg cree que la crisis precisamente provoca el efecto opuesto: frena a la gente a establecer vínculos familiares. Una coyuntura que no garantiza que uno pueda mantenerse a sí mismo lleva a huir del compromiso con otras personas. Y en las parejas establecidas, las estrecheces generan conflictos y provocan crisis y rupturas.

Para la socióloga del CSIC Margarita Delgado, "es indudable que muchos de estos hogares seguirán creciendo por la mortalidad", en referencia a las personas que enviudan. Sin embargo, recuerda que "la sociedad española y la estadounidense son muy diferentes, preferentemente en cuanto a su grado de emancipación. El sur de Europa presenta un retraso en el calendario de emancipaciónrespecto al lugar origen. Y en su conjunto, la sociedad española no se parece ni a la nórdica ni a la estadounidenses en cuanto a proporción de jóvenes y edad de emancipación".

Desde el sector inmobiliario tampoco creen que ésta sea la tendencia. Según fuentes de idealista.com, en el segmento de pisos compartidos, hasta ahora copado por estudiantes, ha crecido la media de edad. Cada vez son más las personas jubiladas, paradas y divorciadas que optan por convivir con otros.

"También hemos comprobado que, en los últimos tres años, más familias ponen en alquiler habitaciones dentro de sus casas". Y proliferan los anuncios de "se alquila habitación en piso compartido con jubilado", en general personas viudas a las que la pensión ya no les da para vivir. Las estadísticas que manejan, lo corroboran: "En el último año la oferta de alquiler de pisos compartidos ha crecido un 180%, frente a un aumento del 80% en la demanda".

SOLOS POR ELECCIÓN

U.C. 48 años. Ha alternando periodos viviendo solo y acompañado.

"Vivir solo tiene la ventaja de que tienes el mando a distancia, puedes fumar en la cama y eliges la hora a la que te acuestas. Y si eres un buen gestor de las emociones, puedes tener una vida sexual activa. Evita adiposidad mental y combate la tendencia al aburguesamiento. Además aprendes a cocinar".

U.C. tiene muy claras las ventajas de vivir solo, si bien advierte: "Es un estado permanente de alerta naranja: como te descuides, no te comes un colín. Estás obligado a fomentar la vida social". "Hay que huir del miedo a la soledad y de la comida preparada, aumentar el consumo de antioxidantes y no tener prejuicios a la hora de conocer gente de diferentes índole, etnia... Todos los tabúes a la hora de relacionarse se borran de un plumazo", agrega.

"Los 'singles' por voluntad propia son una avanzadilla del nuevo formato de relaciones en el futuro venidero".

Yasmina J. Gámez. 33 años. 1,5 años viviendo sola.

Vivía con su pareja, se separó y, aunque se planteó compartir piso "por una cuestión económica", decidió "vivir con menos pero seguir sola". Prescindió, por ejemplo, de la persona que realizaba las tareas domésticas. Ahora gasta menos en luz y agua, pero más en teléfono.

Reconoce que, desde que se separó, pasa menos tiempo en casa, queda con más gente, "busco la forma de no estar sola". Aunque "mira" más el dinero que antes, invierte más en ocio, "pero de otra forma: salgo menos a cenar y más de cañas".

María José Fernández. 29 años. Tres años viviendo sola tras compartir piso durante ocho.

"Llega una edad en la que te replanteas tu vida. En mi caso, tenía trabajo, solvencia económica, y mis compañeras de piso hacían vida con sus parejas. Al principio temía poder sentirme sola, pero es todo lo contrario, porque al final paso la mayor parte del día en la oficina".

Como en el caso de Yasmina, María José sale más desde que está sola. "Antes tenía a mis amigas en casa, ahora quedo con ellas fuera. Invierto más en ocio y me relaciono más". Sin embargo, teme que vivir mucho tiempo sola pueda traerle problemas en el futuro a la hora de convivir. "Estoy acostumbrada a tener mi espacio, y lo noto mucho, por ejemplo, cuando visito a mis padres. Me molestan determinadas cosas, como que el bote de champú no esté colocado como yo suelo dejarlo".

Juan Antonio García. 72 años. Vive solo desde que enviudó, hace siete años.

Cuando falleció su esposa, ni se planteó cambiar de residencia. Continúa en su casa de toda la vida, la que con tanto esfuerzo compró en los años 70 en lo que entonces era un barrio periférico de Madrid. La misma casa en la que se criaron sus dos hijos.

"Tengo una buena pensión que me permite vivir, al menos hasta ahora, sin sobresaltos. Pago a una persona para que limpie la casa una vez a la semana", explica. De vez en cuando, sale "de fin de semana" con amigos, se va al pueblo, o a ver a sus nietos. "Cuando mis hijos, que viven fuera de Madrid, tienen que venir por algún asunto, se quedan en mi casa. Me gusta, pero lo que más me gusta es cuando se van", bromea.

Soledad Mateo. 63 años. Vive sola desde que enviudó.

Cuando falleció su marido, hace ya seis años, decidió vivir sola. A pesar de sus problemas de salud, prefirió tener su espacio, y, sobre todo, evitar perturbar la intimidad de sus hijos, que vivían con sus propias familias. De hecho, decidió permanecer en la ciudad a instalarse cerca de sus hijos para estar más cerca del médico, y así poder acudir ella sola, sin depender de nadie que la lleve.

Cuenta con una persona que acude semanalmente a su casa para realizar las tareas domésticas. Recibe una pensión de viudedad y otra de incapacidad que apenas suman 700 euros, pero prefiere "ir justa" y poder mantener su independencia.

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